A los políticos europeos les gusta dar lecciones sobre contaminación atmosférica al resto del mundo. Los países de Asia, y entre ellos China en particular, se constituyen en su blanco de crítica favorito. De hecho, a veces parece como si ninguna conferencia ambiental importante estaría completa sin una presentación a cargo de los formuladores de políticas de Europa sobre las supuestas “mejores prácticas” de su continente, mismas que el resto del mundo debería emular. Cuando se trata de la contaminación del aire, sin embargo, Europa debería considerar hablar menos y escuchar más.